Existen los miedos de siempre y de todos: el miedo al dolor, a la muerte, a la guerra, a la destrucción, al vacío, a la nada, a los cambios, a los animales, a la enfermedad, a lo desconocido, a cometer errores, al éxito, a tomar una decisión equivocada, a no estar a la altura, al fracaso, a la pobreza... También existen los miedos infantiles: al lobo, al coco, al diablo, a la oscuridad, a las tormentas, a ver el miedo en los mayores... Los miedos de los adultos: miedo al miedo; a las separaciones, a los cambios o a lo diferente, a envejecer y a sentirse viejo, a que le vean anciano/a, miedo al deterioro en más de un aspecto, a la soledad... Hay miedos sociales actuales como por ejemplo, a perder un estatus alcanzado (social o económico); a la pobreza; al fracaso; a la corrupción con impunidad; a la incertidumbre del futuro; a ser robado; a salir de noche; a la soledad; miedo a la acción policial; miedo o pánico a morir, a envejecer y ser olvidados, a perder la libertad, y largo etc.
Desde
un punto de vista biológico, el miedo es una emoción primaria,
básica, instintiva que colabora como un mecanismo privilegiado para
la supervivencia (ataque-defensa-huida), para reaccionar ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En este
sentido, es natural y beneficioso para el individuo y su especie ya
que aparece en escena en una situación en la que se corre
algún riesgo o peligro.
Hace ya mucho tiempo viene resonando que las emociones son traicioneras, que la razón
puede más que la sensibilidad y es más eficaz ya que, las
emociones, nos pueden boicotear
desestabilizándolo todo en unos segundos, en cambio, la razón hace
más controlable cualquier situación. Este tópico sociocultural
reforzado con el paso del tiempo en el que la razón y la emoción
aparecen como antagonistas, radicalizan el enfoque en las
diferencias i no en la complementariedad de ambas. Por eso, si las
pensamos y entendemos como elementos interconectados, podremos
destrabar esta dicotomía que, de otra manera sería insalvable.
Emoción y razón, corazón y cabeza, son las dos caras de una misma
moneda que trabajan en estrecha colaboración, entrelazando distintas
formas de percibir y entender la realidad y el entorno, pueden guiarnos de manera saludable a lo
largo de nuestra historia vital.
Una
característica primordial de las emociones es que nos brindan una
información valiosísima sobre lo que nos está generando malestar o
inquietud, son una señal privilegiada que intenta alertar sobre algún peligro o
riesgo, nos indica lo que nos causa malestar o dolor. Ellas no se expresan
sin razón, siempre existe alguna causa que provoca su manifestación.
Como ocurre por ejemplo, con el miedo.
En lugar de rechazar
el miedo desde la razón, negarlo y resistirse a su existencia
natural y emocional, les propongo una nueva visión más provechosa y
constructiva: entenderlo como una señal que se activa cuando
percibe que carecemos de los recursos para enfrentar a un evento x
(un examen, a hablar en público, una conversación pendiente con
alguien importante, etc). Llama nuestra atención desde la
prevención. Podríamos comparar la advertencia del miedo con la luz
del panel de control del coche cuando nos indica que es necesario
recargar combustible, nos informa que ha detectado una desproporción
o desequilibrio por lo que necesitamos resolver ese problema. La idea
es entonces, que no acusemos al miedo como la causa de nuestros
problemas, sino más bien deberíamos tenerlo en cuenta como un
aliado, como un colaborador de lujo para nuestro bienestar físico,
psicológico y emocional.
Hemos de identificar a qué le tememos para poder resolverlo.
Para
pensar...
- No tienes miedo a la oscuridad, tienes miedo a lo que imaginas que hay en ella;
- No le tienes miedo a las alturas, tienes miedo a caer;
- No tienes miedo a la gente que te rodea, tienes miedo a ser rechazado;
- No tienes miedo al amor, tienes miedo a no ser amado;
- No tienes miedo a dejar ir, tienes miedo a aceptar la realidad, de que ya se ha ido;
- No tienes miedo a intentarlo otra vez, tienes miedo a que te lastimen o a errar otra vez por la misma razón.Silvia Staps
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