Existe un aspecto muy humano que es el de postergar nuestras acciones más aburridas o de obligado cumplimiento para emponderar todas aquellas otras que nos brindan una mayor satisfacción y nos entretienen más, alejando aquello tedioso, al menos por un rato...
Re-acomodar nuestra agenda según la importancia de los eventos a realizar o postergar alguno para estar mejor preparado/a, o porque sencillamente no es urgente, no es preocupante ya que, en ese caso, existe una gestión eficaz de los tiempos personales y de las obligaciones por cumplir. Ahora bien, llega a ser un problema
cuando se hace de forma excesiva e indiscriminadamente y con una cierta frecuencia. Es entonces cuando postergar se convierte en procrastinar.
Esta acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben
atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o
agradables se denomina procrastinar. Eludir tareas puede
ser un comportamiento común a una mayoría, pero cuando se lleva al extremo es probable que la procrastinación forme parte de otros malestares subyacentes de mayor calado como una depresión, conductas ansiógenas u
obsesivas. Remitiéndonos a lo cotidiano, éste hábito poco saludable está reforzado por el alivio inmediato frente aquellas situaciones,
problemas o tareas obligadas de las que nos queremos distanciar.
Es importante destacar que toda conducta o acción evitativa favorece una expansión disfuncional del miedo el que, mientras la persona no se enfrente a dicho evento temido, puede generar sentimientos de culpa por no saber o no poder estar a la altura. La persona
entonces, comienza a tomar decisiones en su vida no en función de lo que quiere,
sino en función de evitar lo que teme, de alejarse de lo que le genera
malestar sin resolver ni reconocer las causas del problema o dificultad.
El sujeto procrastinador
suele sobrestimar el tiempo que le queda para realizar una
tarea o bien suele subestimar el tiempo necesario para realizarla según
sean los recursos con los que cuenta, argumentos que lo caracterizan por una
excesiva autoconfianza y una cándida percepción de
autocontrol y seguridad personal. Puede ocurrir que, bajo presión y con los plazos casi agotados, se consiga realizar aquello pendiente pero con una carga ansiosa importante y emocionalmente negativizados. Así pervive el autoengaño de muchas personas que estan convencidas que bajo presión funcionan mejor.
Es interesante determinar qué creencia personal está reforzando esta manera de actuar, para ello, les acerco una lista de pensamientos negativos típicos que suelen determinar y reforzar una conducta procastinadora:
Si necesitas ayuda, no dudes en consultar con un especialista.
Es interesante determinar qué creencia personal está reforzando esta manera de actuar, para ello, les acerco una lista de pensamientos negativos típicos que suelen determinar y reforzar una conducta procastinadora:
- Pensamiento perfeccionista/obsesivo "Si no lo hago perfecto, mejor no lo hago".
- Pensamiento cómodo "Es una tarea muy desagradable y aburrida, mejor la dejo para después".
- Pensamiento temeroso "Tengo miedo a que me juzguen duramente por los resultados y me hagan daño".
- Pensamiento por déficit de recursos personales "No puedo hacerlo, nunca hice algo así y creo que nunca podré hacerlo".
- Pensamiento ansioso "Sólo pensar en que lo tengo que hacer, me agobio".
- Pensamiento dependiente "No sé como hacerlo solo/a, no tengo a nadie que me pueda ayudar".
Si necesitas ayuda, no dudes en consultar con un especialista.
Psic. Silvia Staps
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